
Ailén Gavilan, una joven de 20 años oriunda de Centenario, forma parte del seleccionado argentino que viajará a Portugal para disputar el Mundial de Kenpo el próximo 17 de abril, pero aún necesita reunir los fondos necesarios para costear el viaje. A días del vuelo, le faltan 800 euros, equivalentes a aproximadamente 1.200.000 pesos argentinos, monto que cubre los gastos de estadía y comida durante las dos semanas que durará la competencia.
Desde los ocho años, Ailén entrena Kenpo, un arte marcial que combina defensa personal y competencia deportiva, y hace tres años que integra el seleccionado nacional. En 2023 ya participó en el Mundial de Portugal, donde logró el tercer puesto en su categoría y Argentina se ubicó en el cuarto lugar entre 62 países. Este año, junto a su profesor Guillermo Tonn, representa nuevamente al país, aunque con menos integrantes por la falta de recursos económicos.
El Kenpo tiene su epicentro en Argentina en la provincia de Neuquén, más precisamente en Cutral Co, donde funciona la sede nacional. Allí se desarrolló una comunidad comprometida con el deporte que cada año logra ubicar competidores en torneos internacionales. La escuela a la que pertenece Ailén funciona desde 2013 en la Escuela 13 de Centenario, ubicada en Canadá y Perú, donde entrenan lunes, miércoles y viernes por la tarde.
La situación económica complica los sueños deportivos de jóvenes como Ailén, quien ya tuvo que renunciar en 2023 a competir en Turquía por no poder afrontar los costos. Este año, realizaron ventas de pollos, rifas y bonos contribución para juntar el dinero, pero la suba del euro vuelve más difícil completar el monto. El municipio local no ha brindado apoyo, a pesar de reiteradas gestiones personales de la deportista.
Los bonos contribución van de 5.000 a 250.000 pesos, y también pueden realizarse aportes vía Mercado Pago al alias kenpo.cente.mp
. Toda ayuda es bienvenida, ya sea de personas, comercios o instituciones. La comunidad de Centenario ha colaborado en ocasiones anteriores, y esperan que nuevamente puedan alcanzar la meta. “Si no llegamos, veré de sacar un préstamo, aunque sería muy difícil para mi familia”, contó Ailén.
Ailén convive con sus padres y dos hermanos en una casa alquilada, y trabaja medio tiempo en una oficina para poder entrenar por las tardes. Su madre es empleada doméstica y su padre, municipal. El año pasado se recibió como técnica maestra mayor de obra y proyecta estudiar kinesiología en la UFLO. Pero su verdadera pasión es el Kenpo. “No me imagino mi vida sin este deporte”, dice.
El deporte ha sido para ella un espacio de contención, superación y pertenencia. A lo largo de su adolescencia enfrentó situaciones de bullying y acoso escolar, pero encontró en el tatami un lugar donde sentirse segura. “Soy muy tímida, me cuesta ir a un kiosco, pero puedo pararme a competir frente a miles de personas. Ahí no tengo miedo”, relata con orgullo.
Como ocurre en muchas disciplinas amateur, el esfuerzo de los deportistas se sostiene más por la voluntad que por el apoyo institucional. En Ailén conviven el talento, la disciplina y una historia de lucha que refleja el valor de los clubes y escuelas como espacios fundamentales para el desarrollo de los jóvenes.