
Japón avanza en una de las obras de infraestructura más grandes de su historia: un muro costero de 395 kilómetros de extensión y 12,5 metros de altura, diseñado para resistir el impacto de tsunamis de gran magnitud. La iniciativa surge como respuesta a los devastadores desastres naturales que afectaron al país en las últimas décadas, entre ellos el tsunami de 2011 que provocó la crisis nuclear de Fukushima.
La estructura, levantada a lo largo de las costas más vulnerables del archipiélago, está preparada para soportar el equivalente a 16 millones de toneladas de agua. No se trata únicamente de una muralla de concreto: como refuerzo ambiental, el gobierno japonés promovió la plantación de 9 millones de árboles, que funcionarán como una barrera natural destinada a mitigar el impacto de eventuales olas gigantes.
El proyecto tiene un doble objetivo: proteger vidas y bienes materiales y, al mismo tiempo, fomentar la sustentabilidad. Los árboles no solo cumplen un rol de defensa, sino que también contribuyen a mejorar el entorno natural en una región marcada por la actividad sísmica del Cinturón de Fuego del Pacífico, la zona de mayor actividad tectónica y volcánica del planeta.
Japón se encuentra entre los países más expuestos a terremotos y tsunamis. Por ello, las autoridades consideran que este tipo de obras son indispensables para reducir riesgos futuros. “Aunque ningún muro garantiza protección absoluta, cualquier mitigación ya significa salvar vidas y reducir pérdidas millonarias”, remarcaron especialistas.
La construcción del muro y la forestación asociada son parte de una estrategia integral que combina infraestructura de gran escala con soluciones ambientales, un modelo que podría servir de ejemplo para otras naciones expuestas a fenómenos naturales extremos.