
El aprendizaje es un proceso dinámico que no se limita al ámbito escolar, sino que se construye en diversos espacios, siendo la familia el núcleo fundamental en este desarrollo. Cada integrante tiene un rol clave en la formación y acompañamiento del aprendizaje de niñas, niños y adolescentes.
Madres y padres: Guías y facilitadores El rol de madres y padres es esencial en la creación de un entorno que favorezca el aprendizaje. Son quienes establecen las bases de la curiosidad, el compromiso y la responsabilidad con la educación. Además, brindan apoyo emocional, fomentan hábitos de estudio y transmiten valores fundamentales como la perseverancia y la autonomía.
Hermanos y hermanas: Modelos y compañeros de aprendizaje Los hermanos pueden ser grandes influencias en el desarrollo educativo. Los mayores suelen actuar como modelos a seguir, mientras que los menores aportan nuevas perspectivas y fomentan la enseñanza a través del juego. La interacción entre ellos favorece el aprendizaje colaborativo y la resolución de problemas de manera conjunta.
Abuelos y abuelas: Portadores de la experiencia y la tradición Los abuelos desempeñan un papel crucial en la transmisión de conocimientos y valores. A través de relatos, experiencias de vida y enseñanzas prácticas, aportan una mirada enriquecedora que complementa la educación formal. Su paciencia y tiempo dedicado generan espacios de aprendizaje afectivo y significativo.
Otros familiares y cuidadores: Redes de apoyo Tíos, primos y otros cuidadores también forman parte del ecosistema del aprendizaje. Pueden proporcionar apoyo en tareas escolares, fomentar intereses específicos y ayudar a desarrollar habilidades socioemocionales que serán claves en el futuro.
La educación es un proceso que involucra a toda la familia. Cada miembro, desde su rol, aporta al crecimiento y aprendizaje de los más jóvenes, generando un entorno donde la curiosidad, la creatividad y el conocimiento puedan florecer.
Hasta acá todo es interesante y parece fácil y ordenado.
La problemática comienza cuando comenzamos a modificar los roles. Cuando el protagonista no es el estudiante sino las voces externas que modifican la realidad.
Cuando comenzamos a meternos en las carpetas y cuadernos. Metemos opinión, mano y organización cuando no es cosa nuestra. Invadimos espacios físicos, mentales y emocionales sintiéndonos dueños de una verdad que no conocemos.
Porque que sea nuestro hijo no siempre implica que conozcamos cómo aprende o qué dinámica tiene en el colegio.
Estimular el aprendizaje no es hacer por ellos. No es pensar por ellos. No es sentarnos con ellos para que hagan la tarea.
Cuando esto sucede es cuando todo lo esperable comienza a desorganizarse, las patas empiezan a flaquear.
En este ciclo lectivo que comienza veamos cómo es el orden que debemos mantener como adultos responsables para que la expresión no sea “el nene no ME aprende”, sino “Puede ser protagonista de su aprendizaje”
Lic. Laura Collavini.
Directora fundación Siendo.
https://siendo.org.ar/